Como canciones
tus palabras el recuerdo
me amanece

sábado, 10 de octubre de 2009

En el camino

Estaba sentado al borde del camino, camino polvoriento con su rodal de hierbas en el centro. Alrededor la sabana, el alto pasto, ni un alma, casi había perdido la esperanza.

Un estornino de brillantes reflejos perseguía una langosta, al fondo la acacia, me fijaba en esa acacia , es curioso lo que se fija uno cuando espera, cuando desespera, una de las ramas de la acacia era desproporcionadamente grande, ¿como no caía?

Por fin se adivino una nube de polvo ¿serian ellos? ¿O seria solo un torbellino causado por el sol que comenzaba a castigar el aire rebelde de la noche?

La nube de polvo se hizo mas clara, entre las reverberaciones de sol en el camino. Si, venia un vehículo. La brisa de la sabana la desplazaba de forma lateral, creando nuevas acacias trausentes.

Empecé a sentir inquietud, y si no son ellos, allí estaba solo sentado en el camino.

Ya se podía distinguir el coche, era de tipo militar, sin techo, como casi todos allí, poco a poco empecé a distinguir las figuras oscuras que lo ocupaban, ¡tres! Yo no esperaba tres, ¿serian ellos?

Con un chirriante frenazo pararon a mi lado, no los conocía

- Iambo – dije sonriendo

Por toda respuesta solo recibí tres claras y blancas sonrisas africanas. Las cuales pueden significar cualquier cosa, amistad o que es la ultima sonrisa que veras en los segundos que te quedan de vida.
Comenzaron a hablar entre ellos, no los entendía, no era swahili. El swahili tampoco lo entiendo, pero lo reconozco.

Cuando terminaron la discusión, el que estaba sentado en la caja del jeep, se agacho. Y muy despacio, con una sonrisa inmensa, y me alargo una mugrienta y húmeda bolsa de basura, conteniendo lo que parecían guijarros.

- That is? – dije sonriendo yo tambien
- Nothing, Peter gave it to us for you
- Ok bye
- Bye

Y se alejaron, perseguidos por la nube de polvo eterno

Abrí la bolsa, allí entre, hielos a medio derretir estaban… ¡el tesoro! Dos botellas de medio litro de coca cola, con su vidrio verdoso, casi opaco por la multitud de veces que habían sido rellenadas, el reciclaje como debía ser siempre.

Apague la radio, con cuidado deposite en el suelo los prismáticos, saque la lata de cowbeef, el pan, y por fin pude desayunar. ¡Que hambre!

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