Como canciones
tus palabras el recuerdo
me amanece

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Llego a casa....

Cuento llego a su casa, en la medianoche, todo le sorprendió, no encendió la luz, espero a que sus ojos se acostumbraran la luz que subía de las farolas de la calle.

Lo primero que le sorprendió fue el olor, o mejor dicho la ausencia de este, Tampoco estaban en la mesa frente al sofá, los botes de cerveza y el plato con huesos de las alitas de pollo que comió la noche anterior... Ni había ropa en este, ni siquiera los calcetines debajo de la mesa

Pensó, que lo mismo los recogió, trabajaba mucho, o hacia que trabajaba, y el stress le empezaba a afectar. No recordaba haberlo recogido.

Fue a la cocina, y abrió con cuidado para que la puerta no tropezara con el portillo del microondas que siempre dejaba abierto. Esperaba encontrar los huesos, acompañados de los platos de semanales cenas anteriores, los envoltorios de canelones ultra congelados y la basura ahíta de botes de cerveza. En su lugar todo estaba recogido y envuelto en otro nuevo olor, olor a limpio. A limpio y a mujer.

No había salido de su sorpresa cuando dio un respingo, oyó una voz de mujer desde la habitación Una voz que desde un fondo de cansancio le decía de forma sugerente

- Ven ya, te espero -

¿Que prodigio era ese? Pensó, y aflojándose el nudo de la corbata se dirigió ala habitación, sin prisas, sin hacer ruido, temiendo hacerlo, y despertase de lo que seguro era un sueño.

Ya apunto de abrir la puerta de la habitaron un ruido le sorprendió, la cisterna del water, se giro rápidamente y vio que desde la puerta del baño le miraba un hombre en calzoncillos con la boca abierta y los ojos aun mas abiertos.

- Perdón – dijo – me he equivocado de piso

Y a toda velocidad se dirigió a la puerta, al rellano, al tercero, a los huesos de pollo

martes, 14 de septiembre de 2010

La Sala

Le costo acostumbrarse a la luz, a la poca luz de la televisión, y sobre todo al silencio.

A pesar de conocer perfectamente la sala, la repaso con la mirada, como si fuera la primera vez que estaba allí, o la ultima.

Vio el orejero, de cretonas raídas, la mesa camilla con un paño de encaje sobre ella, único recuerdo que le quedaba de su niñez, el cenicero recuerdo de Lanjaron y quien sabe que mas, que nunca le dejo usar. Sobre un piano sordo, un menorah demasiado pequeño rodeado de fotos, de sus perros muertos, de sus nietos vivos, de sus fantasmas en blanco y negro. A el nunca le gusto la foto del niño repelente de jersey, era la favorita de ella, y siempre se lo recordaba, tal vez por fastidiarle

En la pared estaba el cuadro, un gran retrato al óleo de una mujer pelirroja, muy bella, con tan solo un tul sobre su cuerpo. Enseguida desvió la vista, como hacia siempre, por miedo a que le pillara mirando, y le dijera lo mismo de siempre

- ¿A que era guapa de joven? -

Y el se sentía fatal, voyeur, incestuoso y sucio.

Se giro, y al hacerlo tropezó con el escabel que había frente orejero, rompiendo el silencio. Espero la retahíla de insultos que seguro ella le hubiera proferido, con voz dura, y mirada cariñosa.

En la pared contraria al piano, pegados, ya con celo, ya con chinchetas, un montón de recortes y fotos. Una foto del papa polaco, otra del muro de las lamentaciones, la estrella de David entre sus dos franjas celestes, la postal de los leones que le envió el, desde Kenia, un cartel de la opera Aída, los retratos de Adamo y Cary Grant, flanqueando a una Greta Garbo con las manos en la cabeza, y sobre ellos la Virgen de la Almudena casi de la mano de Golda Meir en actitud pensativa.

Un collage incomprensible… o no. Si ponemos nuestras vidas en recortes, tal vez serian igual de incomprensibles.

Ya no pudo mas, se volvió a girar, apago la televisión, cogio la foto del niño repelente que era el, y salio.

A mitad del pasillo, se detuvo, dio la vuelta, volvió a entrar en la sala, dejo la foto en su sitio, y encendió la televisión

Aun no estaba dispuesto a admitir que su abuela había muerto

domingo, 12 de septiembre de 2010

Otro viaje estupendo

Delta del Okavango, Bostwana

Llegas a un poblado, cuatro cabañas de palos y barro, rodeando a otra cabaña un poco mas grande, de palos y barro, cabras, muchas cabras, algún niño, y las omnipresentes moscas.

Y todos los compañeros de viaje, ellas sobre todo, entusiasmados dicen que paremos a echar un vistazo. Uno, que no obstante tiene alguna experiencia en África, ruega encarecidamente que no se pare, que “¿pa que?” que de allí no podría salir nada bueno, que con mucha suerte solo te picarían dos chinches, que te pique una sola seria una chiripa harto improbable.

Pero no me hacen caso, y allí, en el centro del poblado se planta un grupo de europeos con sus ridículas cámaras colgando.

Y la gente del poblado sale a recibirnos. Hay que reconocerlo, son encantadores, lo digo en serio, siempre sonrientes, y encantadores. Y uno que ya tiene alguna experiencia en África sabe que allí no va a pasar nada bueno.

Y nos rodean, y nos agasajan, todo es simpatía, todo el mundo sonríe, salvo las cabras.

Y uno que ya tiene alguna experiencia en África sabe que no va ocurrir nada bueno

Nos invitan a pasar a las cabañas, y uno que ya tiene alguna experiencia en África sabe que no te puedes negar, seria un desplante, muy feo.

Yo me niego con todas mis fuerzas pero una mujer me arrastra firmemente hacia una cabaña. Me resisto, pero todo es inútil

Cuando ya estoy dentro y mis ojos se acostumbran a la oscuridad, distingo los objetos que me rodean

Algunas esterillas raídas para sentase, calabazas, un montón de palos para el hogar, y un puchero humeante, y el omnipresente olor a boñiga quemada.
La mujer me invita a sentarme al lado de una figura humana que sentada ya estaba. Cuando lo hago, distingo la figura, es el abuelito, allí sentadito, mas seco que un arenque ahumado, e igual de muerto. Ya sabia yo que la cosa no iba a ser agradable.

Pero claro, la cosa no puede quedar ahí, la señora coje un calabaza pequeña, un cazo, y te sirve del puchero un buen chorreton de lo que parecía un té, hecho de quien sabe que hierbajos.

“De perdidos al río”, te lo tomas

Ya fuera del poblado cuando ya has continuado ruta, descubres lo que era el brebaje.

¡Era una poción mágica! Con el increíble poder de hacerte recordar a las simpáticas gentes del poblado… cada media hora, en cuclillas entre los matojos.

Y el único consuelo que te queda es poder gritar, entre retortijón y retortijón, a los que se agachan en los matojos vecinos:

- ¡Os lo dije, de allí no sacaríamos nada bueno! -

jueves, 9 de septiembre de 2010

Viajes maravillosos, destinos idilicos

Vista una playa tropical, vistas todas, arena blanca, mar turquesa, y cocoteros. Da igual que sea Océano Indico, Caribe, o Pacifico Sur, todas iguales.

Llegas al bungalow, ¡que bonito! Con vistas al mar, ¡que bello!, magnifico suelo de teca, ¡que chulo!, te descalzas y te clavas una astilla, que te va a tener fastidiado el pie hasta que te marchas. Eso si, los días siguientes, del bungalow a la sombra del cocotero, y del cocotero al bungalow, ¡que descanso! ¡Que aburrimiento!

Langosta para desayunar, langosta para comer, langosta con mango, para cenar. Y tu sueñas con un bocata de gallinejas.

Pero eso no es lo peor, Lo peor es la maldición del coco

Suele ocurrir el segundo o tercer día de estancia, tu compañera de viaje te dice:

-Me gustaría comer un poco de coco –

Y como esta el suelo lleno de cocos caídos, tu en plan machote te ofreces a abrirle uno. Primero pruebas con la llave del bungalow con magnifico suelo de teca que te clava astillas, no hay manera. Vas a buscar el cuchillito de la mantequilla del desayuno, te lo terminas clavando en una mano. Desesperado golpeas el dichoso coco con una piedra, te machacas un dedo.

Ya con ira bíblica, lanzas el coco con todas tus ganas contra unas rocas, con la mala leche que rebota y te da en toda la cara.

Ya por fin llegas a la hamaca de tu compañera, mas orgulloso que Colon volviendo de América, con un trocito penoso de coco, lleno de arena

Y en ese momento

En ese preciso momento

Aparece un negrazo cachas, sonriendo como solo lo saben hacer los negrazos cachas, da un golpecito a un coco, zas, lo abre, y se lo da a la chica, que también sonríe. Sonríe como solo se sonríe a un negrazo cachas.

Y tu te vas debajo de una palmera a comerte tu trocito de coco lleno de arena, la arena es lo mas rico, mientras observas la alegre conversación del cachas con tu chica, mientras degustan el “su” coco. Eso si, tú no sonríes nada.

Y sueñas, sueñas con las fiestas de tu pueblo, el choricito frito, el baile. El baile, que con un poco suerte arrimas “material” a una moza, que como mucho te pide un cubata, que te lo sirve el Paco, que nunca sonríe

………

Finlandia, marzo, por encima del Circulo Polar Ártico, 25 grados bajo cero, y tú intentas dormir en tu saco mientras un simpático perrito del trineo te da un concierto de aullidos, y pulgas.

Y cuando por fin el perrito ha dejado de aullar, y duermes, tu compañera de ese viaje, te da un empujón y te dice

-¡Despierta! ¡Despierta! Ha salido la aurora, vamos a verlo

Y comienza la pelea para ponerte el mono polar, que será muy calentito, pero que no hay puñetera manera de meterse dentro de el en una tienda de campaña.

Y cuando sales, la aurora, que en este caso es tan solo una rayita levemente luminosa en el cielo. Pues vale

Y vuelves a la tienda, y cuando ya estas en el saco, el perrito, decide aullar otro ratin, mas que nada por dar un toque de aventura y joderte el sueño

Y tu allí en tu saco, sin dormir, soñando con una tortilla de patatas, que estas de comer salmón hasta la coronilla.

Eso si, vigilando muy atentamente los movimientos de tu compañera en el saco de al lado, que dice la leyenda que si lo haces debajo de la aurora se queda preñada seguro

Al primer movimiento sospechoso te vas fuera con el perrito.

………

¡Vamos a las fuentes del Orinoco, y rio Negro!

Primer día: empiezas el viaje, sentado en la canoa, el rio discurre frente a ti oscuro, misterioso, en sus márgenes, la selva te envuelve con un manto verde, solo verde, y salvaje

Segundo día: sentado en la canoa, el rio discurre frente a ti oscuro, misterioso, en sus márgenes, la selva te envuelve con un manto verde, solo verde, y salvaje.

Sexto día: sentado en la canoa, el rio discurre frente a ti oscuro, misterioso, en sus márgenes, la selva te envuelve con un manto verde, solo verde, y salvaje.

Eso si ya tienes el culo en carne viva y ni un calzoncillo seco

………


Desierto de Arabia, a toda velocidad en un todo terreno, en la nada, solo piedras y arena, la nada.

Y de repente en esa nada, un árbol raquítico, un arbusto descarriado.

- ¡Pásalo por la derecha! – grita el que esta sentado a tu lado
- ¡Noo! Por la izquierda – dicen las ocupantes del asiento trasero

Y cuando te decides, lo has pasado por el centro, y el arbusto, el único, milenario, que ha resistido cientos de tormentas de arena, y sequías de siglos, yace debajo del Toyota, destrozado, solo astillas.

Y tu compañera de ese viaje, te mira con odio y te dice:

- ¡Animal! Lo has destrozado, es que no hay desierto, que tienes que pasar por encima -

Y después de tres horas de gato y pala, sigues el viaje, del cual llevas ya varios días. Nadie te habla y tienes el culo en carne viva de dar botes por el desierto, eso si los calzoncillos los tienes muy secos, pero muy secos.

¡Con lo bien que se va por la M30!