Como canciones
tus palabras el recuerdo
me amanece

sábado, 19 de mayo de 2012

El patio

Cuando llego a Madrid, a preparar las oposiciones, solo encontró el pequeño piso interior, dos habitaciones, baño y cocina, era un poco oscuro, pero no mucho, daba a un patio interior, lleno de cuerdas, olor a detergente seco, y tortilla de patatas, un patio.

No le preocupaba, cuando fuera notario, todo seria mas luminoso y opulento

Al principio no reparo en ella. Pero un día mientras estudiaba la ley de régimen local, oyó su voz. La voz de una chica que pedía por favor y desesperación que dejara de llorar, mientras tendía. Al fondo el llanto de un niño de corta edad. Y miro

Y vio una chica, no muy especial, que tendía con velocidad angustiosa, y por alguna razón no pudo dejar de mirar nunca más.

Los primeros días, tal ves meses se convirtió en una costumbre, mirar a la chica que tendía, aprendió a conocer los sonidos, el llanto del bebe, las regañinas a su hijo mayor de dos años, la voz del marido a llegar a casa, que le hacia concentrarse mas, sin saber porque, en sus temas. Y sobretodo el ruido de la lavadora al centrifugar.

Esa era la señal que le llevaba a la ventana.

Al principio el pensaba que ella no le veía, y estaba tranquilo, hasta que un día ella levanto la vista, y dijo “hola”. Como un resorte, dio un respingo y se escondió, un niño pillado en falta, se prometió no volver a mirar más
No pudo cumplirlo.

Al día siguiente al oír la centrifugadora, acudió a la cita, eso si, con un libro para disimular. Y se repitió la escena, ella le dijo hola otra vez, el solo pudo mover una mano.

Las oposiciones pasaron, ya era un notario, ya todo era luminoso, pero jamás abandonaría ese piso, ese patio

Con los años el “hola” se convirtió en un “que tal”, y poco a poco en conversaciones sobre cosas cotidianas, el tiempo, los niños, lo bien que le quedaba a ella su nuevo peinado, lo caro que estaba todo…

Mas tarde el le contó que el había cambiado de despacho y ella le relato los progresos escolares de sus hijos. Y hasta libros, películas, y alguna vez estados de animo, así durante los años.

No era cierto que no se hubieran visto nunca, en la panadería, en el “super”, en el banco, ella con sus hijos casi bebes, con sus hijos niños, con sus hijos adolescentes. El cada vez menos pelo. Pero siempre se producía la misma escena, un “hola” fugaz y se alejaban el uno del otro como imanes que se repelieran.

La ropa fue disminuyendo, los niños se hicieron adultos, pero hubiera la ropa que fuera, ella la tendía diariamente

Un día, el oyó a una voz masculina que no conocía, procedente del piso de ella, no era algo extraño, ya lo había oído mas veces, era alguien que le explicaba como funcionaba un nuevo aparato. Cuando cesó la conversación, al poco la oyó llorar, la había oído llorar muchas veces en los últimos 22 años, pero nunca así. Se preocupo, y permaneció a la ventana por si aparecía.

Los llantos cesaron. Y durante un tiempo que le pareció inmenso, solo silencio…

Sonó el timbre, ¿Quién seria?

- Mira que si sale ahora y no puedo hablar con ella – pensó

Abrió, y le vio frente a el, con los ojos rojos de llorar, los ojos que tanto tiempo había contemplado entre ropa húmeda.

Y entonces ella le beso, y cuando termino el beso eterno

Le dijo:

“Tiene secadora, no me dejes marchar”