Como canciones
tus palabras el recuerdo
me amanece

sábado, 30 de noviembre de 2013

LA ALEMANA





Cuando se instalo en mi casa, todo aparentaba que entre nosotros se abría un futuro lleno de complicidades, ratitos agradables, y servicios mutuos.
Yo la miraba, y que orgulloso estaba de ella, Resplandeciente, brillante, con ese brillo que solo las alemanas satisfechas de si mismas tienen.
Tal vez por eso no repare en una de las primeras frases que me trasmitió…

- ¡La ropa hay que ponerla según categoría, uso, y calidad! -

Yo era feliz con Ella en casa y no repare en el profundo racismo y odio que deparaba esa frase.
Le compre todos los productos que a ella le gustaban, sin reparar gastos, era mi alemana, y solo verla asentada como una reina en mi cocina, me hacia olvidar todo y sentirme satisfecho. Solo mirarla, y una sonrisa aparecía en mi cara.
Al principio no di importancia a sus desplantes, ni a su soberbia, que le hacia temblar como una posesa.
Ni cuando me rompió en un ataque de ira, y quien sabe celos, todos mis calzoncillos
Tampoco dije mucho cuando me fastidio mi jersey favorito, tal vez fue culpa mía por no dejarlo como ella quería, ya me lo dijo, “la ropa según categoría”
Pero poco a poco incidentes como aquellos nos fueron distanciando.
Fue creciendo en mi una semilla de desconfianza, y tal vez temor. Temor a sus ataques de ira que siempre terminaban en un mar de llanto por su parte, que miedo me daba que calaran al vecino de abajo.
Cada vez acudía a ella menos, y ella cuando lo hacia solo mostraba indiferencia y frialdad, Y aunque le tocaba el “botón” ella seguía fría, sin importarle el resultado, y mi frustración.
Y lo que fue una relación llena de promesas, se convirtió en odio, desprecio
Ni la miraba, ya no quería saber de sus necesidades, ni de sus caprichos.
Todos mis amigos y amigas, sobre todo mis amigas me decían “deshazte de Ella, buscate otra, el planeta esta lleno de ellas”. Pero no puedo, necesito de los servicios de alguna de su especie al menos una vez por semana, soy débil.
Además temo que se entere que busco a otra, y en uno de sus ataques de ira me deje sin ropa
También pensé requerir los servicios fuera de casa, pagándolos, pero me parece tan frío, y sobretodo tener que salir de casa cargado y mostrar mis “suciedades” a una extraña me da mucho reparo.
En fin aquí estamos los dos, mi alemana y yo, ella reinando en mi cocina, y yo paseando mis miserias ante quien las quiera leer

¡Es mi alemana! se llama Bosh Modelo MAXX-7 de siete kilos de carga frontal, múltiples programas de lavado, y un temperamento y mala leche de cojones

viernes, 1 de noviembre de 2013

R

Recuerda
un amanecer
en el adiós de flores
el viento hiela el paramo
llena de secretos las ramas
de en encinas sordas
que susurran
olvidos

lunes, 23 de septiembre de 2013

Los amantes mutiladores



Yo tenía un hurón

Un hurón que era mi amigo, mi compañero, mi mascota, y yo la suya. Nunca tuve muy claro quién tenía a quien, y es que en el caso de los hurones no es como los gatos, que tu eres su mascota, o los perros que la mascota son ellos, los hurones se mueven entre dos aguas.

Pero a lo que iba, que me disperso. Yo tenía un hurón. Y en consecuencia tenía un veterinario. Porque cuando tienes un hurón, o el te tiene a ti, tienes que tener un veterinario, dadas sus aficiones, al menos las que el mío tenia, a saber: comer trapos, mordisquear cables, husmear enchufes, encararse con los gatos, meterse entre mis piernas cuando ando, pisotón incluido por mi parte, masturbarse contra la pierna de mis parejas cuando estas tenían la regla, patada incluida por su parte, (era como un radar para esas cosas, dos días antes de que se hiciera realidad el asunto, él se ponía “cariñoso”)etc.

Pues yo tenía una veterinaria, que era una muchacha de buen ver, mujer de metro ochenta, sonrisa estupenda y bellas manos. Que aparentemente solo tenía un defecto que se llamaba factura.
Pero aún con ese terrible defecto, y a pesar de que siempre iba con alguna trastada de Gustavo, así se llamaba el animalito, era un placer visitarle, y siempre que lo hacía charlábamos un rato, de bichos o de todo lo que se pusiera a tino.

Así que decidí que un día le diría de ir a cenar.

Y con esa decisión acudí en la siguiente trastada de mi amigo el hurón, invitarle a cenar.

Después de hacerle las curas al animalito, y cuando me disponía a invitarle me dice:

-- Deberías castrar al hurón –

Y siendo grave el tema, lo más grave es que lo dijo mirándome a mí, y “ahí”, con una cara sádico-profesional.

Por supuesto hubo un no rotundo de mi parte. Cogí mi hurón y los dos nos marchamos con nuestras cositas en su sitio.

¿Y la cena?… ¿Qué cena?

¿Y a que viene toda esta historieta?

Pues a que no entiendo a aquellas personas que adoran a sus perros, a sus gatos, pero no dudan en mutilarlos para su comodidad. 

Castrar a un animal es mutilarlo, si te molesta que huela, que marque, que se lama las pelotas,  se masturbe contra el sofá y lo ponga perdido,  se largue por la noche de picos pardos o persiga a las perritas del barrio, te aguantas. Y si no, no lo tengas, ten un peluche que es mas tranquilo, y no necesita veterinario
Hay quien se excusa diciendo que es mejor para ellos que sufren menos, y así les protegen, y yo así de pronto ante eso se me ocurren dos cosas:

Porque no les cortáis las patas, así no corren y no hay peligro que les atropelle un coche

Ó
Porque no os castráis a vosotros/as mismo/as, así no tendréis peligro de enamoraros o sentir deseo sexual,  con lo malo y peligroso que es eso. Pero casi mejor, castrar a vuestras parejas así tendréis un peluche animado que además habla… a veces.

Y no persiguen a las perritas del barrio…

Por cierto, hay muchas clases de castración, y solo una es física, pero todas son mutiladoras, pero eso ya es otro tema.

Lo dicho ¡Castrar es mutilar!

lunes, 6 de mayo de 2013

Москва правил

Москва правил


Nunca dos excusas
cuando solo hace falta una.
Nunca en el mismo sitio.
Nunca por el mismo camino.
Nunca digas lo que sabes.
Nunca sepan que lo sabes.


Esperar...
siempre esperar
temer lo esperado
confiar lo inesperado


Nunca entregues la lista
la lista de preguntas
las preguntas lo son todo
lo dicen todo de ti
No las respuestas


Esperar
en las sombras esperar
conocer es esperar
sentir es conocer


Nunca confíes en tu miedo
Solo confía en el suyo
Todos tenemos miedo
Lo importante es saber a Que
Todos mienten
La mentira no importa
Lo que importa es el
Porque


No descubras tu desconfianza
Su confianza en la tuya
Te lo dirá todo
Hasta lo más oculto
Así es el juego
El juego en el que nadie gana


Un año en el frio

martes, 22 de enero de 2013

¡Hola! dijo el gato



-- ¡Hola! – dijo el gato.

-- Porque me hablas si eres un gato –

-- Por eso precisamente porque soy un gato, y todo el mundo sabe que no te gustan los gatos –

-- En eso tienes razón, prefiero los perros, pero eso no es razón para hablarme, los gatos no hablan –

-- Ni los perros –

-- Ya que estamos, dime como te va de gato –

-- Bien, como todos los días, hago lo que me da la gana, holgazaneo, y cuando quiero una caricia siempre hay una estúpido  o estúpida dispuesta a dármela, y ni siquiera tengo la obligación de divertir, querer, pasear, cuidar la casa, ladrar a los extraños, y ponerme contento cuando llega el estúpido o la estúpida. Ejerzo de gato nada más –

-- Pues me sigues sin gustar –

-- Y a mí que mas me da, soy un gato, no necesito el cariño de nadie, solo que me cuiden  

-- Pues mucho te cuidan pero te caparon –

-- Por eso no necesito el cariño de nadie, de lo contrario necesitaría el cariño de alguna gata de vez en cuando, con todo lo que eso con lleva, peleas, salidas nocturnas, preocupaciones –

-- Pues vas a tener razón, Gato. ¿Y hace mucho que hablas? –

-- No mucho, desde que te volviste loco. ¿Me vas a poner la comida de una vez?  ¿O tengo que seguir de palique contigo? –

-- ¡Vale! voy.  Y oye Gato, me tienes que contar que pasa en casa cuando me voy a trabajar –

-- ¡Que te lo cuente el perro!, que al fin y al cabo, lo que ocurre es culpa suya, tanto paseo al parque y tanta charla con los otros estúpidos dueños de perro. Pero claro. si dejas de darme pienso y me compras durante un mes o dos esas latas de lujo, lo mismo te lo cuento –

-- ¡Estas listo! vas a comer pienso como un campeón, tampoco me interesa mucho lo que pase –

El Guardián de los Secretos



Era el Guardián

Todas las noches, en sus sueños, arribaba  un secreto.

Una noche tras otra, sin compasión, un nuevo secreto, y el debía guardarlo.
Había secretos  sucios, alegres, blancos, secretos inocentes de niño, secretos culpables de ancianas inmaculadas, secretos de toda una vida fingida, secretos de toda una vida real, secretos

Secretos de los muertos, secretos de los vivos.

En sus sueños, todas las noches, de todos los días.

 Y él debía guardarlos, recordarlos, repasarlos todos los días, a todas horas, no olvidarlos, no comunicarlos.

Todas las mañanas, colgado de la barra del metro miraba a sus compañeros de viaje, caras somnolientas, llenas de rutina, vacías de secretos. El se los guardaba.

Algunos secretos venían del Horror, y solo recordarlos le hacían sentirlo. Otros le hacían sonreír, e incluso algunos reír.

Aquel niño de la mochila llena, no les había dicho a sus padres que había estado castigado en el recreo.

La anciana sentada de las piernas hinchadas, su hija mayor no era hija del difunto que la había dejado una pensión de miseria.

El muchacho de tez cobriza allá los océanos, su nombre no era su nombre.

La muchacha de los vaqueros no sentía nada por su novio con quien seguramente se casaría, tendría unos hijos preciosos, y un adosado impersonal, pero ella lo que realmente deseaba era  pasar la vida junto a su futura cuñada, su amiga de siempre, a la cual jamás diría nada. 

Secretos vulgares, secretos sórdidos, secretos brillantes, secretos estúpidos.

El los guardaba, los recodaba, los callaba.

¿Y quién guardaba el suyo?, ¿quién? 

Quien custodiaba que él era Guardián, la memoria de aquello que no se puede contar.