Como canciones
tus palabras el recuerdo
me amanece

lunes, 23 de septiembre de 2013

Los amantes mutiladores



Yo tenía un hurón

Un hurón que era mi amigo, mi compañero, mi mascota, y yo la suya. Nunca tuve muy claro quién tenía a quien, y es que en el caso de los hurones no es como los gatos, que tu eres su mascota, o los perros que la mascota son ellos, los hurones se mueven entre dos aguas.

Pero a lo que iba, que me disperso. Yo tenía un hurón. Y en consecuencia tenía un veterinario. Porque cuando tienes un hurón, o el te tiene a ti, tienes que tener un veterinario, dadas sus aficiones, al menos las que el mío tenia, a saber: comer trapos, mordisquear cables, husmear enchufes, encararse con los gatos, meterse entre mis piernas cuando ando, pisotón incluido por mi parte, masturbarse contra la pierna de mis parejas cuando estas tenían la regla, patada incluida por su parte, (era como un radar para esas cosas, dos días antes de que se hiciera realidad el asunto, él se ponía “cariñoso”)etc.

Pues yo tenía una veterinaria, que era una muchacha de buen ver, mujer de metro ochenta, sonrisa estupenda y bellas manos. Que aparentemente solo tenía un defecto que se llamaba factura.
Pero aún con ese terrible defecto, y a pesar de que siempre iba con alguna trastada de Gustavo, así se llamaba el animalito, era un placer visitarle, y siempre que lo hacía charlábamos un rato, de bichos o de todo lo que se pusiera a tino.

Así que decidí que un día le diría de ir a cenar.

Y con esa decisión acudí en la siguiente trastada de mi amigo el hurón, invitarle a cenar.

Después de hacerle las curas al animalito, y cuando me disponía a invitarle me dice:

-- Deberías castrar al hurón –

Y siendo grave el tema, lo más grave es que lo dijo mirándome a mí, y “ahí”, con una cara sádico-profesional.

Por supuesto hubo un no rotundo de mi parte. Cogí mi hurón y los dos nos marchamos con nuestras cositas en su sitio.

¿Y la cena?… ¿Qué cena?

¿Y a que viene toda esta historieta?

Pues a que no entiendo a aquellas personas que adoran a sus perros, a sus gatos, pero no dudan en mutilarlos para su comodidad. 

Castrar a un animal es mutilarlo, si te molesta que huela, que marque, que se lama las pelotas,  se masturbe contra el sofá y lo ponga perdido,  se largue por la noche de picos pardos o persiga a las perritas del barrio, te aguantas. Y si no, no lo tengas, ten un peluche que es mas tranquilo, y no necesita veterinario
Hay quien se excusa diciendo que es mejor para ellos que sufren menos, y así les protegen, y yo así de pronto ante eso se me ocurren dos cosas:

Porque no les cortáis las patas, así no corren y no hay peligro que les atropelle un coche

Ó
Porque no os castráis a vosotros/as mismo/as, así no tendréis peligro de enamoraros o sentir deseo sexual,  con lo malo y peligroso que es eso. Pero casi mejor, castrar a vuestras parejas así tendréis un peluche animado que además habla… a veces.

Y no persiguen a las perritas del barrio…

Por cierto, hay muchas clases de castración, y solo una es física, pero todas son mutiladoras, pero eso ya es otro tema.

Lo dicho ¡Castrar es mutilar!