Como canciones
tus palabras el recuerdo
me amanece

martes, 22 de enero de 2013

¡Hola! dijo el gato



-- ¡Hola! – dijo el gato.

-- Porque me hablas si eres un gato –

-- Por eso precisamente porque soy un gato, y todo el mundo sabe que no te gustan los gatos –

-- En eso tienes razón, prefiero los perros, pero eso no es razón para hablarme, los gatos no hablan –

-- Ni los perros –

-- Ya que estamos, dime como te va de gato –

-- Bien, como todos los días, hago lo que me da la gana, holgazaneo, y cuando quiero una caricia siempre hay una estúpido  o estúpida dispuesta a dármela, y ni siquiera tengo la obligación de divertir, querer, pasear, cuidar la casa, ladrar a los extraños, y ponerme contento cuando llega el estúpido o la estúpida. Ejerzo de gato nada más –

-- Pues me sigues sin gustar –

-- Y a mí que mas me da, soy un gato, no necesito el cariño de nadie, solo que me cuiden  

-- Pues mucho te cuidan pero te caparon –

-- Por eso no necesito el cariño de nadie, de lo contrario necesitaría el cariño de alguna gata de vez en cuando, con todo lo que eso con lleva, peleas, salidas nocturnas, preocupaciones –

-- Pues vas a tener razón, Gato. ¿Y hace mucho que hablas? –

-- No mucho, desde que te volviste loco. ¿Me vas a poner la comida de una vez?  ¿O tengo que seguir de palique contigo? –

-- ¡Vale! voy.  Y oye Gato, me tienes que contar que pasa en casa cuando me voy a trabajar –

-- ¡Que te lo cuente el perro!, que al fin y al cabo, lo que ocurre es culpa suya, tanto paseo al parque y tanta charla con los otros estúpidos dueños de perro. Pero claro. si dejas de darme pienso y me compras durante un mes o dos esas latas de lujo, lo mismo te lo cuento –

-- ¡Estas listo! vas a comer pienso como un campeón, tampoco me interesa mucho lo que pase –

El Guardián de los Secretos



Era el Guardián

Todas las noches, en sus sueños, arribaba  un secreto.

Una noche tras otra, sin compasión, un nuevo secreto, y el debía guardarlo.
Había secretos  sucios, alegres, blancos, secretos inocentes de niño, secretos culpables de ancianas inmaculadas, secretos de toda una vida fingida, secretos de toda una vida real, secretos

Secretos de los muertos, secretos de los vivos.

En sus sueños, todas las noches, de todos los días.

 Y él debía guardarlos, recordarlos, repasarlos todos los días, a todas horas, no olvidarlos, no comunicarlos.

Todas las mañanas, colgado de la barra del metro miraba a sus compañeros de viaje, caras somnolientas, llenas de rutina, vacías de secretos. El se los guardaba.

Algunos secretos venían del Horror, y solo recordarlos le hacían sentirlo. Otros le hacían sonreír, e incluso algunos reír.

Aquel niño de la mochila llena, no les había dicho a sus padres que había estado castigado en el recreo.

La anciana sentada de las piernas hinchadas, su hija mayor no era hija del difunto que la había dejado una pensión de miseria.

El muchacho de tez cobriza allá los océanos, su nombre no era su nombre.

La muchacha de los vaqueros no sentía nada por su novio con quien seguramente se casaría, tendría unos hijos preciosos, y un adosado impersonal, pero ella lo que realmente deseaba era  pasar la vida junto a su futura cuñada, su amiga de siempre, a la cual jamás diría nada. 

Secretos vulgares, secretos sórdidos, secretos brillantes, secretos estúpidos.

El los guardaba, los recodaba, los callaba.

¿Y quién guardaba el suyo?, ¿quién? 

Quien custodiaba que él era Guardián, la memoria de aquello que no se puede contar.