Sobre el frio hielo avanzaban, toda la excitación posible puesta en su cara amoratada por el aire polar.
No sabia si esa excitación era producida por los ladridos de los perros, o la sensación de inmensidad blanca que le rodeaba
Seguían avanzando, avanzando, sin cambios, el ruido de la nieve aplastada era como su propios latidos, algo ya suyo, algo intimo, algo necesario, no podía concebir su no presencia
- Hop! Hop! – gritaba a los perros, no había que parar, nunca parar
Su pensamiento estaba helado, blanco, inmenso, nada le distraía, nada era importante, solo avanzar, y avanzar, mas al norte, mas cerca, mas lejos.
Cuando ya todo parecía olvidado, cuando ya no sentía ausencias y presencias, llego
Al principio como un olor, una aroma tenue, nada mas
Pero la sensación se fue haciendo mas fuerte, se le empezó a meter en la cabeza, un deseo, el deseo
Y le deseo le recorrió todo el cuerpo, hasta hacerse doloroso, ya los patines sobre la nieve solo cantaban ruidos estridentes, odió a los perros que no paraban de ladrar, y el blanco le daño los ojos.
Paró – ¿que me pasa? – pensó
Los perros le miraban esperando nuevas ordenes
Un remolino de nieve antigua le azoto la cara, nada, seguía sin saber que le pasaba, que era ese dolor imaginario que le torturaba, que le impedía volver al albo catatonico.
Un sabor antiguo le llenaba la boca, trato de quitárselo con un puñado de nieve. Solo consiguió que un frío dolor le perforara el paladar
La sensación seguía allí.
Ya no llegaría al cabo norte, ya no vería el mar helado,
Miro atrás, aun podía distinguir la taiga
Y al mirar atrás descubrió lo que le pasaba, identifico el imaginario aroma que le hacia morir de deseo, de ganas. ¡hay que volver!
- ¡Hay que volver!, como deseo una tortilla de patatas -
………con cebolla
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