Hace unos años, bastantes, me invitaron a la boda de un viejo amigo, en Kenia, uno que es original, y en vez de amigos en Mostotes, los tiene en Kenia.
Y allá que me fui, con mi compañera de esos tiempos, así de paso le llevaba de viaje exótico, y quedaba como un rey.
A la vuelta se encapricho de llevarle una lanza a su hermano, compramos una muy chula, y además autentica, para algo tiene uno amigos en Kenia, casi dos metros de lanza, y una punta que daba miedo.
Al llegar al aereopuerto, naturalmente había que facturarla, semejante pincho no se podía meter en el avión. Le pusieron un lacito con la etiqueta.
Ya en Madrid, esperamos el equipaje, llega todo, todo menos la dichosa lanza.
Nos dirigimos al mostrador de reclamaciones, y se produce mas o menos este dialogo, mas o menos, que ya han pasado muchos años:
- Buenos días, nos falta una parte del equipaje.
- Tienen el comprobante – dice la señorita que nos atendía
Se lo doy
- Vera, este bulto no tenia que venir a Madrid
- ¿Cómo?
- Pone AMD y debería poner MAD. – Me dice sonriendo
- ¿Y eso de AMD, que es?
- Amsterdam, esta en Amsterdam
- ¿Y ahora que hacemos? señorita
- Pues lo pueden reclamar
- ¿Y eso como se hace?
- Se lo hago yo – dice muy amable
Me empieza a pedir los datos, y yo a dárselos, y cuando llegamos a la descripción del “bulto”
- ¿Cómo es la maleta? – pregunta
- No es una maleta, es una lanza
- ¿Cómo? – cara de sorpresa y no entender nada
- Si, una lanza, una lanza Massai
- Me podía darme una descripción del “objeto” – yo creo que no se atrevía a decir lanza
- Pues una lanza, un palo con un pincho al final
- ¿Tamaño? ¿Largo, ancho?
- Pues casi dos metros, y ancho… pues una lanza…
Y así quedo la cosa, nos fuimos con nuestra reclamación,
Un par de semanas después, me llaman:
- Buenos días, ¿Don Rafael xxxxx?
- Si, soy yo
- Le llamo por una reclamación de equipajes que realizo
- Si
- Ya lo hemos localizado
- Muy bien, cuando lo traen, lo digo por estar atento
- Esta en Amsterdam - dice como si fuera en el portal de al lado
- Eso ya lo sabia yo – digo molesto
- Es que hay un problema, lo han calificado de mercancía peligrosa, y o lo envuelve usted, o paga una tasa/seguro para poder traerlo
- ¿Peligroso? Pero si es solo una lanza
- Perdón, ¿que me dijo que era?
- Una lanza
Note una risa contenida
- Pues tendrá usted que embalarla para que no sea peligrosa – me dice
- ¿Y que hago? Me voy a Amsterdam
- No claro, pues tendrá que pagar el seguro
- ¿Y como hago eso?
- Debe usted ir al aeropuerto, llevando el resguardo y en el mostrador de reclamación de equipajes, abonarlo.
- ¿Y cuanto es?
- Pues no le puedo decir, depende del tamaño y el peso, eso se lo dirán en el mostrador.
Consulte con mi compañera de aquellos días, y decidimos olvidarnos de la dichosa lanza, solo por no tener que volver a describir el “pincho” merecía la pena olvidarse.
Un par de años después, o así, cuando ya la compañera de esos tiempos ya no era compañera, llaman al telefonillo…
- Buenos días, le traigo un paquete del aeropuerto
- Suba
Yo ni idea que era, ni me acordaba
Abro la puerta, y allí esta, un mensajero lanza en mano, como un moderno legionario romano de la legión Vitrix-Seur.
Hoy, casi 10 años después, buscando una cosa en el trastero, la dichosa lanza, el pincho infame, que apoyada estaba en una esquina, se desploma, y me ha hecho un pequeño corte.
¿Será una maldición Massai?
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