Todos los días al ponerse la botas, perdía el tiempo, se quedaba con la mirada perdida, mirando los cordones. Una vez puestas ya no había remedio, la realidad diaria le aguardaba.
Decidió que hoy no se ducharía, no era una persona sucia, pero no le apetecía, el olor que le acompañaba, y que le acompañaría en sus pesadillas muchos años después, no era físico, no había jabón que lo eliminase.
Al salir, al golpearle el sol ecuatorial, fue cuando cayo en la cuenta de la terrible resaca, - ¡Joder! Lo que bebí anoche – pensó
Volvió a la habitación y cogio las gafas, y ya con ellas se dirigió a los comedores
Allí lo de siempre, bacon, salchichas, huevos revueltos procedentes de gallinas inexistentes. Tomo un trozo de pan, un poco de bacon y muchas salchichas, No se las iba a comer, terminarían en uno de los bolsillos de su pernera, esas salchichas de piel blindada, le proporcionarían la única sonrisa sincera del día.
El encargado del autoservicio, al verle como todos los días le saco la botella de refresco de cola que le guardaba, una botella con caracteres cirílicos, con un líquido negro dentro, sabía fatal, pero al menos tenia gas y cafeína, y sobre todo frió. Era el soborno que menos le costaba pagar.
Busco sitio, desde luego no se sentaría con la matronas del comisionado, o de UNICEF, lo mismo le toco el culo a alguna, anoche, así que decidió sentarse con los rubicundos oficiales daneses. Si le hablaban podía poner cara estupido, y hacer que no entendía nada, no estaba para charlas.
Al llegar al aparcamiento le esperaba su conductor, la inmensa sonrisa en su cara. – No se le desencajara la mandíbula, no – pensó
- ¡Aupa Real Madrid! – siempre saludaba igual
- Este no se entera de que a mi el Real me la “pela” que yo soy del Atleti – se dijo para si - Vamos a ver al Mayor
A la salida de aparcamiento le esperaba el único momento feliz del día, el único instante que la humanidad se abría paso entre la indiferencia y el hastió, allí estaba el grupo de niños. Mando parar, y les da las salchichas, sin bajarse del landrover, claro, la indeferencia no había desaparecido del todo. Las salchichas y un par de caramelos de menta que ni sabía como habían aparecido en el bolsillo.
- Coméroslas vosotros ehh – dijo en castellano, aun a sabiendas que no le entenderían ni palabra, pero como se sentía bien, solo podía emplear su lengua.
El Mayor, era un militar antipático, un danés antipático, de aspecto antipático, trato antipático, y cobardía antipática. El le odiaba, y mas todavía porque con el no le valía hacerse el lerdo, con el tenia que “entender”
- Tenemos once cuerpos – dijo el Mayor, como saludo. Nunca se decía muertos, fallecidos, o personas no vivas. Eran solo cuestión administrativa
- Pues no hay sitio – dijo el en mismo tono indiferente que el Mayor
- ¿Y mas arriba?
- Es roca viva, no se puede excavar
- ¿Y la vaguada?
- ¿En la vaguada? – En el tono de quien habla a un estupido, y con media sonrisa – si los metemos allí, en la próxima tormenta, los tenemos de vuelta, y además de la contaminación que se produciría.
- Pues abres una de las fosas y haces sitio – sonriendo
- He picado – pensó – no debí ponerme chulo
- ¿Tu sabes como va a oler eso? Aparte de que si nos ven desenterrar a la gente se va a liar.
- Haz sitio, esta “writing in stone” – dijo con la sonrisa mas amplia
- OK, pero tus chicos se quedan hasta que terminen las maquinas, por si hay tumulto.
Mientras trabajaban las maquinas el se sentó en el capo del landrover, ya empezaba a recordar la noche anterior.
- Tendré que pedir excusas a esa chica de UNICEF - pensó
La maquinas seguían trabajando…
El olor, el horror, el olor…..
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