Mi abuelo, me comenta que tiene un conocido argentino que organiza excursiones, para turistas, en avioneta a Canaima, que si quiero le dice que me lleve.
Y en mi juventud e inexperiencia digo que si.
Al llegar al presunto aeropuerto, me empiezo a mosquear. Pista de tierra, y cuatro palos sujetando una chapa ondulada.
Debajo de la chapa, tres rubios holandeses, colorados como cangrejos por el sol tropical. Estaban sentados escuchando al supuesto piloto que les daba instrucciones, sus caras tenían la expresión de quien le estan comunicando la sentencia de muerte, a la chica le temblaba la pierna, delgada como un palillo, de forma incontrolable.
- ¡Che! “llégas” tarde – dice el piloto, el conocido de mi abuelo, sonriendo – “mayúdas”
Y me señala unos jerricans de 4 galones,
Cojo dos, y el otros dos y nos encaminamos al la avioneta que de lejos eso parecía aun. Detrás nuestro caminaban los tres condenados. El sol castigaba con rabia
Al llegar a la avioneta, lo que parecía brillante decoración se convirtió en parches de cinta americana.
En ese momento sufrí la primera tentación de escapar, pero como era un conocido de mi abuelo me contuve
- Pibe, mientras yo acomodo a estos señores ve vertiendo la gasolina en el depósito.
- Allá detrás, donde pone “reserva”. Y no “fúmes “
Al ver el tapón sufrí la segunda tentación, un montón de trapos grasientos taponaban el “gujero” marcado como “reserva”. Pude remitirlo, pero mi cara asemejaba ya la de los “condenados”
Cuando termino… tarde… no fuera a caerse ni una gota, y luego faltara, apreté los trapos otra vez, bueno, vaya si los apreté, casi soldados los deje. Ya estaban sentados todos dentro.
Me señala el asiento y me hace señas de que suba. Era el momento de escapar, no lo hice…
El asiento del copiloto donde yo debía sentarme, era de skay de color… no tenia color, eso si los parches de cinta americana estaban mejor hechos que los del fuselaje.
Me senté, entonces note el hierro que había debajo del asiento justo donde podía molestarme mas. El interior de la avioneta olía a miedo con toques de vomito.
El piloto me sonrió, en su cara el cachondeo de quien ve a alguien “cagaito” de miedo
Empezamos a correr por la pista entre una nube de polvo, nada mas levantar el morro, el piloto empieza a golpear con rabia, uno de los relojes del tablero
- Es que entra agua, y “satora” – me dijo para tranquilizarme, no lo consiguió
En ese momento me dio igual mi abuelo, pero ya era tarde, estábamos en el aire
- “Míra” que tormentas – dice el piloto
Columnas de nubes se elevaban hasta el infinito, sobre el manto verde.
- Habrá que sortearlas
Y comenzó el eslarom Los leves toques de vomito, se convirtieron en un intenso olor. Mire hacia atrás, y sobre el suelo, la chica había depositado un desayuno continental completo, a medio digerir
- Mierda, olvide darles las bolsas – dijo el piloto. Soltó los mandos y se puso a rebuscar las bolsas.
Yo cerré los ojos. Cuando los abrí y mire otra vez a los pasajeros, el rojo a lo sol tropical de sus caras, había pasado a ser blanco luna polar
Imagine que yo tendría la misma cara.
Pasadas las tormentas, el piloto se puso a rebuscar en la radio, hasta que contacto con un colega. Y me dice:
- Toma tú los mandos que no se muevan.
En asiento de atrás se oyó un gemido
Por la radio se empezó a oír a su colega que con fuerte acento venezolano le contaba como era la “piba” que se había beneficiado esa noche. Yo no atendí a los detalles, que sin duda los hubo. No quería que aquello se moviera ni un pelo.
………
Los detalles de cómo continuo aquello serán objeto de otra historia, pero la muestra de que termino bien es que estoy aquí contándolo, solo diré que el viaje de vuelta fue bien, ¡hasta me dormí!
Solo os cuento que al llegar a casa de mi abuelo me pregunto:
- ¿Que tal la excursión?
- Yo también te quiero José – llamarle abuelo en ese momento me pareció poco adecuado
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